Damaris y Zaya

Damaris y Zaya son mis hijos peludos. Este post es una oda a mis dos gatos, una hembra llamada Damaris y un macho llamado Zaya. Ambos tienen 3 años, y esta es su presentación para futuras referencias.

Coincidieron en ser adoptados el mismo día, aunque con la diferencia de que tienen distintas edades tres semanas para ser exactos. Damaris, como hermana mayor, inmediatamente asumió su rol con dignidad, mientras que Zaya, como el hermanito menor, siempre ha seguido los pasos de Damaris literalmente.

Juntos pero no revueltos

A pesar de convivir, los gatos respetan mucho su espacio. Si Zaya duerme en la sala, Damaris, por lo general, elige alguno de sus escondites favoritos: la canasta de la ropa, debajo de la cama o encima de algunos libros. Si es un día ordinario, se acostará en medio del pasillo y, ahí, con la pancita hacia arriba, estirará las patitas y dormirá al menos media hora.

Características de sus personalidades

Una de las mejores cosas de tener mascotas es ver sus personalidades, sus pequeñas aficiones, preferencias y gustos. Nombrarlas todas sería difícil, pero algunas de las actitudes más definidas y divertidas de Damaris, con el tiempo, son su forma de pedir comida; la insistencia es inexplicable. No es algo anormal, es algo que en los tres años de tenerla ha pasado a ser parte de su personalidad. A Damaris solo le importan tres cosas en mi opinión: su desayuno, los mimos cerca del cuello y dormir.

Por otro lado, Zaya, una anomalía de gato, destaca por su unicidad, quizás por tener la condición de hermafroditismo, o al menos eso mencionó el veterinario. En fin, su personalidad es increíble: extremadamente inteligente, perceptivo y organizado. A Zaya no le gusta el desorden e indica cuando su arenero está sucio. Si Damaris se sube a algún mueble, la delata (esto último a veces me cuesta creerlo, y es muy divertido). Además, responde cuando se le llama por su nombre: “¡Zaya, ven!”

3 años de vivir juntos, lo mejor:

Lo mejor es su presencia diaria, su amor incondicional, cómo esperan en la puerta al regresar y presenciar sus juegos, verlos dormir, comer… en realidad, la vida es mejor con ellos. Ambos me han enseñado aún más, día a día, los valores del amor incondicional, la responsabilidad y la independencia.

Dedicar una oda a tus gatos puede parecer superficial, pero a mí me parece una forma bonita de celebrarlos, de incluirlos en este proyecto que, aunque no está directamente creado para ellos, también forman parte, especialmente porque siempre están conmigo cuando escribo.

¡Son muy especiales! ¡Felices tres años!